
Un grupo de sacerdotes salieron de Alcoy la tarde del 20 de Agosto de 1653. Llegados al Carrascal, Antonio Buenaventura decidió pasar la noche en vigilia, recitando el Rosario y contemplando el texto del Cantar de los Cantares II, 2:
«Como lirio entre espinas, así es mi amiga entre las vírgenes».
Al rayar el alba del 21 de Agosto, paseándose por los alrededores de la Fuente Roja, vio con sorpresa, que entre unos zarzales había brotado un hermoso lirio.
Lleno de devoción se arrodilló e, invocando a María, sacó de raíz toda la planta, en la que, al arrancar las hojas, halló admirablemente esculpida la Imagen de la Inmaculada Virgen María, como si la hubiera trazado el más hábil artista para representar a la Virgen en el misterio de su Purísima Concepción. A pocos pasos, habiendo llegado uno de sus acompañantes, el párroco de Confrides, hallaron también entre zarzales, otro lirio con la misma idéntica imagen.
Una década más tarde, se inauguraba la Ermita de la Fuente roja para testimoniar el prodigioso hallazgo de los lirios. Antonio Buenaventura Guerau, al celebrar allí su primera misa, pidió a la Virgen que le regalara con el hallazgo de un tercer lirio.
La Virgen Inmaculada escuchó su oración y, muy cerca de la Ermita encontró con indecible alegría lo que tanto había deseado. Entre unos zarzales vio el lirio y, en su raíz, la misma imagen de la Purísima Concepción de María.
Estos hechos, conocidos por los alcoyanos, suscitaron el amor y la devoción a la Virgen Inmaculada, nombrada desde entonces por la piedad popular como VIRGEN DE LOS LIRIOS.
