- El Señor me creó al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras muy antiguas.
Hace mucho tiempo, antes de crear el mundo.
Yo nací antes de los abismos. Los montes no estaban formados, me creó antes de las montañas.
El Señor no había hecho aún la tierra y la hierba, ni el principio del universo.
Cuando Dios colocaba los cielos, yo estaba allí; cuando trazaba el techo sobre los mares; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes.
Cuando Dios ponía un límite al mar, y sus aguas obedecían lo que El mandaba; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo: La Sabiduría de Dios, estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.
(vista desde el monte Tabor)
Por la fe recibimos la justificación y estamos en paz con Dios, por medio de
nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos ahora; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos en las tribulaciones, sabemos que el sufrimiento produce constancia; la constancia, virtud probada; la virtud, esperanza, y la esperanza no nos falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha dado (Jesús y el Padre).
Sal 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
- Muchas cosas me quedan por deciros, pero ahora no podéis entenderlas; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Lo que hable el Espíritu no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo
anunciará.